Cuando empezó a funcionar, hace ahora 85 años, era la instalación más moderna de España en el ramo de la industria de panificación, sólo comparable con otras de Nueva York, Berlín y otras capitales. Tenía capacidad para fabricar casi 50 toneladas de pan al día, con lo que se podía abastecer a una ciudad de 150.000 habitantes. En la construcción del complejo, que costó casi dos millones de pesetas de la época, no se empleó madera, sólo piedra, hierro y cemento armado. En los años sesenta empezó su declive y en 1981, después de 56 años de funcionamiento, cerró definitivamente.
JAVIER MOSQUERA
Hace 85 años, en noviembre de 1924, entró en funcionamiento la línea continua de producción de "La Panificadora", con una previsión de fabricación de casi 50 toneladas diarias de pan, lo que la convertía en la instalación más moderna de España. Ochenta y cinco años después el recinto, encajado en el centro de la ciudad, está sumido en el abandono, en ruinas, con una petición formal de declaración de BIC sin resolver, con discrepancias entre sus propietarios y con un proyecto de desarrollo urbanístico pendiente desde 1988.
Los antecedentes de esta fábrica se remontan a 1917, cuando Antonio Valcarce, con cuatro panaderos más, crea la "Compañía Viguesa de Panificación. S.A.".
Valcarce y Reboreda, según se reseña en el FARO DE VIGO del 15 de octubre de 1924, "salieron un día de Vigo, camino del extranjero y en diversas capitales francesas, alemanas y belgas estudiaron y observaron los más modernos procedimientos en la industria panificadora para implantarlos en Vigo. Aprovecharon también el viaje para traer "ocho excelentes camionetas en cuyas lujosas carrocerías figuraba muy visible la inscripción Compañía Panificadora Viguesa", destinadas al "rápido e higiénico reparto del pan".
En un nuevo viaje a Alemania quedó ultimada la compra de toda la maquinaria. Los encargados de resolver las instalaciones fabriles y mecánicas fueron el ingeniero Otto Werner y el técnico Jorge Buchl de la casa "Werner und Pfleiderer". Le encargaron el proyecto de la fábrica a Manuel Gómez Román y el contratista fue Eugenio Alonso.
En 1921, se cerró la compra de la finca de los herederos de Herba, "al final del Paseo de Alfonso XII y que comienza en la entrada del Romil. Más de ocho mil metros cuadrados tiene la finca, ocupando el edificio de la fábrica unos mil cuatrocientos".
El nuevo edificio constaba de tres cuerpos. El del centro de dos plantas; y los laterales, cuatro pisos. Contaba con ascensores eléctricos de la Casa Haushan. Los silos se han convertido en su principal elemento referencial.
En la construcción del complejo no se utilizó la madera. "Piedra, cemento armado y hierro son los materiales que se han empleado y todos los locales se hallan revestidos de azulejo hasta una altura de dos metros. No puede ser posible que se produzca un incendio y a eso obedece que no se haya asegurado..." se señalaba en la crónica del periódico.
Contaba con tres hornos "lo último en la industria de panificación y su funcionamiento constituye un verdadero alarde de los progresos de la mecánica". Durante casi un año estuvo un técnico de la casa constructora dirigiendo todo el montaje.
La instalación era tan moderna que en el FARO se dejaba constancia de que "podía abastecer a un población de casi 150.000 habitantes".
Disponía de una batería completa de batidores, con quince cubas extraíbles y laboratorios para el análisis de los materiales. La harina, almacenada en el bajo, se elevaba al cuarto piso por un transportador mecánico y se repartía por los silos o depósitos en función del tipo de pan a fabricar. Y de ahí a la báscula y las amasadoras. Se aseguraba que "Prácticamente la mano del hombre no toca para nada en las diversas fases que sufre la harina hasta convertirse en pan". El agua procedía de la mina de La Falperra, propiedad de la compañía, que la captaba "en las entrañas de O Castro" y llegaba por tubería a la fábrica.
"La Panificadora" lanzó al mercado "el famoso bollito llamado japonés, de tipo individual que tanto en Alemania como en los Estados Unidos, y ahora en Lisboa ha causado verdadera satisfacción entre los consumidores, pues a su tamaño y calidad de pan de lujo se une la circunstancia de tener el precio del pan corriente". A cinco céntimos la pieza, podía producir entre 25.000 a 30.000 a la hora.
La Compañía llegó a distribuir harina a toda España. A partir de los años sesenta se reduce el consumo de pan. En A Falperra se empiezan a producir piensos y masas alimentarias y comienza su declive económico. En 1981, tras la suspensión de pagos de La Compañía, y algunos intentos de reutilización que solventasen la situación, después de 56 años interrumpidos, la línea de producción de "La Panificadora" cerró.
Faro de Vigo - 08 de noviembre de 2009