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Las vides que Noé trajo a la Ribeira Sacra.

Cuenta la leyenda que los Ibios, descendientes del mitico patriarca llegaron a Sober remontando en barca el Miño y el Sil. Aqui se sentarón y trajeron la viticultura.

Las vides que Noé trajo a Ribeira Sacra

Cuenta la leyenda que los Ibios, descendientes del mítico patriarca, llegaron a Sober remontando en barca el Miño y el Sil // Aquí se asentaron y trajeron la viticultura

A. ARNÁIZ

En la historia del vino hay todavía tres interrogantes que buscan respuesta a su origen. ¿Quién, dónde y cuándo se inventó? En el caso de la Ribeira Sacra hay una sugerente respuesta en el patrimonio cultural del concello lucense de Sober, tierra de los afamados vinos de Amandi.

Aquí, según cuenta una antigua leyenda, es donde fueron los descendientes de Noé los que trajeron las vides a esta tierra y los que implantaron la viticultura en tiempos protohistóricos.

Según la versión recogida hace años por Alfonso Campos, integrante de la agrupación cultural O Colado do Vento de Sober, los Ibios, descendientes del patriarca Noé tras el diluvio, arribaron a la costa gallega y, desde allí, remontando en barca el Miño y luego el Sil acabaron llegando a Portabromos, en la parroquia de Pinol.

En un lugar conocido como Chanteiro, en la empinada ribera del Sil que hoy está cubierta de viñas en bancales, fundaron Ibia. En este lugar legendario todavía se conservan restos de antiguas construcciones que, según la tradición oral transmitida de generación en generación, pertenecieron a esos seres míticos, los Ibios, a los que se atribuía una enorme estatura, gran fortaleza y valentía. Eran como gigantes.

A estos seres de leyenda, según narra esa tradición, la Ribeira Sacra debe la llegada de la vid y su cultivo a estas tierras.

LA BIBLIA. Y es que la relación de Noé (que vivió 950 años) y sus hijos Sem, Cam y Jafet con la planta de la vid ya se refleja en la Biblia, en el Antiguo Testamento, en el Pentateuco, donde en el capítulo 9 del Génesis se atribuye su hallazgo a Noé, quien al salir del arca tras el diluvio encontró unas viñas, de cuyo fruto comió tan abundantemente que terminó emborrachándose.

Lo cierto es que esta leyenda de los míticos Ibios asentados en Sober, en el corazón de la Ribeira Sacra no deja de ser eso, una leyenda. No se debe olvidar que la leyenda es uno de los géneros literarios más antiguos.
Esta historia es, en esencia, el relato de un hecho real adornado por la fantasía y a veces también simplemente desvirtuado por la tradición oral, que va modificando los detalles no bien recordados al pasar de boca en boca por generaciones sucesivas.

Y las leyendas de Sober se enmarcan dentro del panorama general de las existentes a lo largo y ancho de Galicia y muchas de ellas coinciden en su fondo, aunque los detalles difieren, con las de otras zonas del mapa gallego. No obstante han de entenderse como una parte esencial del ser de un pueblo, como señala Leandro Carré Alvarellos.

JUNO Y EL CAÑÓN DEL SIL. Y si sugerente es la leyenda de la llegada de las vides y su cultivo a tierras de la Ribeira Sacra, no lo es menos la del origen del impresionante Cañón del Sil, en tierras soberinas, recogida también por Alfonso Campos.

Cuenta esta singular historia que Júpiter, dios de dioses entre los latinos, decidió viajar, como no, a Galicia. La belleza de esta tierra verde, agreste y dulce cautivó al dios de la luz de tal manera que nació en él el deseo de poseerla. Júpiter hace suya a la hermosa tierra gallega atravesándola con un río, el Miño.

Juno, esposa de Júpiter, al enterarse de la infidelidad de su esposo, por celos, quiere castigar a Galicia haciendo que pierda su belleza y con sus poderes trata de partirla en dos partes. Juno no logra su propósito gracias a que Júpiter protege a su amada e impide que se rompa en dos. Pese a todo, la despechada Juno logró abrir una enorme garganta entre las provincias de Lugo y Ourense.

Esa cicatriz enfurece a Júpiter que castiga a su esposa a vivir eternamente en el cañón que abrió en la tierra gallega. Suplicó perdón Juno y Júpiter le concedió el don de fluir por esa garganta en forma de río: el Sil.

Por lo tanto ya ven, el cañón y el mismísimo río son el resultado de una infidelidad divina.

 

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