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Una minuscula bodega de Sober, salta a las paginas del "Wall Street Journal".

La bodega "Silice", protagoniza, junto con Alberto Nanclares, un reportaje sobre vinos singulares.

Una minúscula bodega de Sober salta a las páginas del «Wall Street Journal»

Sílice protagoniza, junto con Alberto Nanclares, un reportaje sobre vinos singulares

ROI FERNANDEZ

 

 

 

LUIS DÍAZ MONFORTE / LA VOZ 10/12/2018 13:06 h

 

Si de vinos gallegos se trataba, los reportajes de las publicaciones internacionales estaban reservados hasta hace poco a grandes bodegas. Informaban de las muchas botellas más que iban a producir y de proyectos para trasladar nuevas tecnologías a la viña. Era un discurso con clara fecha de caducidad. Desde una óptica global, Galicia flojea en volúmenes y viticulturas galácticas. La globalidad dirige ahora el foco hacia lo singular. Sílice, una pequeña bodega de Sober que arrancó en el 2013 con tres mil botellas, salta a las páginas del Wall Street Journal en la última entrega de su revista digital.

 

El periódico especializado en economía y negocios con sede en Nueva York -el más importante en difusión de Estados Unidos- dedica un amplio reportaje al renacimiento de la gastronomía y el vino en Galicia. «Durante años, los gallegos partieron para comenzar una nueva vida en el extranjero o en cualquier otro lugar de España. Ahora una generación de emprendedores se queda en su tierra», escribe el autor, Tom Downey.Hay un enlace al reportaje en su cuenta de Twitter, marcadamente cosmopolita. «Escribo sobre cosas de todo el mundo que me interesan: la obsesión japonesa por la perfección, los dandis congoleños que gastan todo su dinero en zapatos elegantes....», dice Downey en su perfil. De Galicia le atrae el cambio en la marea que empujó a varias generaciones a emigrar. Un éxodo que chirría en un «paraíso verde» de buena gastronomía y «viñas de clase mundial».

 

Sílice es una de las referencias predilectas del sumiller José Martínez, copropietario del bar de vinos y restaurante Mala Uva. Un local del renacido casco viejo de Vigo que ilustra el despertar galaico en el que se centra el reportaje. Allí se pueden encontrar marcas punteras de borgoñas, champañas o barolos. También referencias autóctonas que consiguen que la crítica internacional mire cada vez más a Galicia. Son esos vinos, «desconocidos y fascinantes», los que interesan al periodista.

Mala uva -anota Downey- «no es sectario sobre el vino natural, pero generalmente busca productores cuyas intervenciones son mínimas, que cultivan mayoritariamente de forma orgánica y que reflejan con orgullo su terruño». Los vinos de Sílice encajan con esa filosofía, alejada de «las marcas españolas de mayor volumen, bien conocidas por todo el mundo». Para el autor del reportaje, los tintos de esta minúscula bodega de Sober constituyen «ejemplos superlativos» de lo que puede ofrecer al mundo la Ribeira Sacra.

Más fácil en Nueva York

Downey se queda con otra referencia de la carta de Mala Uva: los albariños de Alberto Nanclares, «más sobrios y minerales» de lo que suele ofrecer el mercado. No deja de resultar paradójico -apunta el periodista- que salvo en contados locales «sea difícil disfrutar de una copa de vino de Nanclares en Galicia». De vuelta a Nueva York, lo encontrará en Brooklyn Fare, The Modern y Roberta’s. Tres restaurantes que son tendencia.

Un enólogo nacido en Suiza y un economista que dejó Madrid por los viñedos

Sílice encaja como anillo al dedo en la filosofía del reportaje sobre Galicia del Wall Street Journal. Los hermanos Carlos y Juan Manuel Rodríguez, afincados en Vigo y con raíces en Sober, sacan tiempo a su otra vida profesional para dedicarlo a la bodega que rehabilitaron en la parroquia de Barantes. «Lo nuestro es volver a las viñas del abuelo, recuperar con otras miras la cultura tradicional del vino», comenta Carlos Rodríguez. El tercer socio del proyecto es el enólogo Fredi Torres. Nacido en Suiza, hijo de gallegos y afincado en el Priorat, conecta con sus orígenes en los vinos que elabora en Sober.

 

«Los sumilleres en Estados Unidos están muy al tanto de lo que se hace aquí. Nuestros clientes americanos saben tanto o más que en España de las características de nuestra zona y de las variedades con las que trabajamos», dice Fredi Torres.

Sílice arrancó con tres mil litros y hoy andan por veinte mil. No quieren crecer en exceso, pero hay una demanda mínima que necesitan cubrir. Embotellan sin la etiqueta de la denominación de origen y sus vinos de finca -la gama alta- se cotizan por encima de los ochenta euros.

La bodega de Alberto Nanclares está en Castrelo, cerca de Cambados. Pero elabora también un vino en la Ribeira Sacra que al igual que los de Sílice está fuera de la denominación. La filosofía es similar a la que aplica en Rías Baixas. Las uvas proceden de un viñedo de la ribera del Miño en cultivo ecológico que alquiló al enólogo y viticultor de Chantada Roberto Regal.

 

Nanclares era economista de profesión en Madrid antes de afincarse como bodeguero en Rías Baixas. «Como economista nunca habría podido publicar nada en el Wall Street Journal. Mira por dónde, salgo como bodeguero», dice entre risas.

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