Propietario de más de 20 hectáreas de monte en los municipios de Agolada y Santiso, Manuel Lorigados Cao es de los pocos dueños que cultiva a la vez tres especies: eucalipto, castaño y pino.

La otra cara del minifundio.

Propietario de más de 20 hectáreas de monte en los municipios de Agolada y Santiso, Manuel Lorigados Cao es de los pocos dueños que cultiva a la vez tres especies: eucalipto, castaño y pino

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mario beramendi
santiago 02/08/2019 05:00 h

Heredó las propiedades forestales de su familia hace más de una década. Entonces eran montes que se hallaban abandonados y que Manuel Lorigados Cao tiene ahora en producción. Su caso es la otra cara del minifunduo imperante en Galicia, la estructura de reparto territorial que tiene fragmentada la propiedad en millones de pedazos. A sus 64 años, este jubilado quizá sea el ejemplo a seguir para quienes quieran dedicarse a una silvicultura más profesional y moderna. En sus más de 20 hectáreas de monte, repartidas entre los municipios de Agolada y Santiso, cultiva hasta tres especies, algo nada habitual. Un 60 % de eucalipto, y un 40 % repartido entre castaño y pino. «Os carballos xa estaban aí, e aí quedarán, porque teñen un valor distinto ao económico», explica Manuel, quien apuesta por  la diversificación y la ordenación, y por huir de la guerra a especies. En su monte más grande, de doce hectáreas y que se halla en el Concello de Santiso, tiene una plantación de eucalipto, variedad nitens. «A rendibilidade rápida desta especie é imprescindible para investir e seguir pagando facturas», sostiene este dueño de monte, partidario también de impulsar la plantación de pino de calidad, una especie tradicional en la zona, de forma que mejore su valor y el precio que pagan las industrias.  

 Miembro de la Asociación Forestal de Galicia (AFG), este propietario anima a los dueños de monte a que se sumen a los organizaciones para recibir formación y asesoramiento técnico y legal, sobre todo con la afectación a la Rede Natura 2000. «Cando me ocupei das propiedades familiares tiña zonas asilvestradas e a mato que houbo que rozar, podar e cortar, e despois dos erros cometidos, entendimos que había que buscar un apoio profesional», admite.  

El sector forestal está llamado a ser uno de los grandes pilares de la nueva economía del rural gallego. En gran medida, por su enorme potencial de crecimiento: hasta un tercio de la superficie gallega es improductiva para usos industriales. Hay por delante un gran futuro. Pero eso pasa por movilizar tierra, de forma que puedan gestionarse explotaciones más grandes y, en consecuencia, más rentables. La Administración autonómica está ultimando una nueva ley que permitirá la gestión pública de parcelas de propietarios desconocidos. Según los últimos datos que maneja Medio Rural, Galcia tiene once millones de parcelas rústicas, el 28 % del total de España, con un 1,7 millones de propietarios; cada uno de ellos cuenta con un promedio de 6,7 parcelas con una extensión equivalente a la cuarta parte de una hectárea. A esto se suma que el Catastro tiene mal identificadas el 30 % de las parcelas rústicas de Galicia. 

 Manuel Lorigados es optimista con el futuro que le aguarda al monte gallego, pero considera que hay que cambiar algunas cosas. «Eu falaría de tres: os atrancos burocráticos, a inseguridade xurídica e normas sen lóxica que son ineficaces e que fan parecer que os propietarios están a incumprir a lei», sostiene. A su entender, la propietad forestal debe estar doblemente salvaguardada: primero, que no le afecten las actuaciones privadas en las parcelas lindantes, y en segundo lugar, que el propietario sea el único beneficiario de la totalidad de la producción del monte.

Quienes se dedican a las labores silvícolas también son muy críticos con las afecciones que acarrean para los montes los límites de la Red Natura 2000, que conllevan condiciones, permisos y trabas que terminan lastrando la actividad forestal. Manuel Lorigados lamenta que los costes de conservación de estas áreas estén recayendo sobre los propietarios, y no sobre el conjunto de la sociedad. A su entender, no existe un diagnóstico claro de qué es lo que se quiere presevar, y por qué, y la Administración, para cubrirse la espalda, opta por extender las restricciones a amplias zonas. Y al final, sostiene este propietario, ni se conserva bien el medio ambiente ni se gestiona bien el monte, lo que contribuye al abandono del medio rural.

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