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El restaurante Galicia: un viaje a lo enxebre sin salir de Londres.

El local de Portobello que ha comprado Ed Sheeran fue todo un referente social y cultural para emigrantes y artistas.

El restaurante Galicia: un viaje a lo enxebre sin salir de Londres.

El local de Portobello que ha comprado Ed Sheeran fue todo un referente social y cultural para emigrantes y artistas.

Estíbaliz Veiga (izquierda) y Mariana Carballal protagonizaron la película de Adriana Páramo rodada en el restaurante Galicia de Londres

Estíbaliz Veiga (izquierda) y Mariana Carballal protagonizaron la película de Adriana Páramo rodada en el restaurante Galicia de Londres

xesús fraga
redacción / la voz 11/03/2019 21:32 h

Hay muchos Londres distintos en Londres. Algunos comparten espacios pero sin mezclarse, otros sustituyen a los anteriores, dejando solo su memoria. Como la mezquita en la calle Brick Lane, antes sinagoga de judíos que escapaban de los pogromos, y que a su vez se edificó sobre una iglesia de hugonotes huidos. Al comprar el local donde durante décadas funcionó el restaurante Galicia, en el 323 de Portobello Road, el cantante Ed Sheeran va a reemplazar con una institución londinense -el club privado- otra no menos tradicional de la ciudad: un genuino punto de encuentro de una comunidad en la metrópoli multicultural.

«En cuanto pones un pie dentro del restaurante ya está: estás en Galicia». Las reseñas que todavía se pueden leer en Internet del negocio regentado por Eduardo Lage y José Nieto hacen hincapié en que traspasar sus puertas equivalía a comprar un pasaje a Galicia sin salir de Londres. La comida recibía elogios, pero también el ambiente, desde los parroquianos apiñados en la barra, el barullo de voces, el olor que flotaba desde la cocina y abría el apetito: como un bar gallego.

«Comer alí era como estar nunha tasca da terra, nesas nas que te poñen a botella de licor café despois dunha boa enchenta», resume la cineasta Adriana Páramo, quien a la hora de buscar localizaciones para un corto sobre dos mujeres gallegas en Londres no tuvo que salir apenas de las paredes del Galicia. Para la comunidad emigrante, estar allí era como volver temporalmente a casa. Para vecinos y curiosos, era una puerta abierta a un lugar desconocido. Como observa el escritor Xelís de Toro, antiguo cliente, su posición era estratégica: junto el colegio español Cañada Blanch y en una zona tradicionalmente emigrante por un lado y, por otro, al final del mercado de Portobello, «coas portas abertas cara a outro mundo e outras culturas».

Unos y otros apreciaban el Galicia por su autenticidad

Unos y otros, gallegos y foráneos, apreciaban el Galicia por su autenticidad. Desde el caldo y las filloas hasta la conversación, no había impostura. Y ese era un valor que lo convertía en algo más que un negocio hostelero, transformándolo en uno de esos enclaves de los que se dice que representan el espíritu de un lugar, en este caso, Ladbroke Grove, un epicentro tanto para jamaicanos como para emigrantes gallegos o exiliados españoles. Por el contrario, que Sheeran pretenda transformar ese ambiente convival en un club privado -membresías a partir de 3.000 o 4.000 libras anuales- va en contra de lo que el restaurante representaba, una operación que se enmarca en los procesos de gentrificación que Londres sufre más que ninguna ciudad, expulsando a los vecinos por la fuerza del dinero.

 

Ed Sheeran compra el mítico restaurante Galicia de Portobello, Londres

Recomendado por The Clash

La identidad del Galicia y su atmósfera no pasaron inadvertidas a todo tipo de artistas que frecuentaron la zona, especialmente entre los músicos, lo cual no deja der una ironía teniendo en cuenta que Sheeran es ahora el dueño del local tras una operación valorada en 1.700.000 libras.

En las notas de la edición del 25 aniversario del clásico de The Clash London Calling, Tom Vague, al hilo de la canción Spanish Bombs, repasa la fascinación del grupo por España. «El Galicia figura en un lugar muy destacado de la guía de bares de The Clash», escribe. Y cuando tocaba dar entrevistas, dos de sus componentes, Paul Simonon y Mick Jones -vegetariano-, recurrían en los últimos años al Galicia para conversar con los periodistas.

En el 2007, Sophie Ellis-Bextor elegía el Galicia en la sección de restaurantes de The Guardian. La cantante y modelo explicaba que a pesar de no ver movimiento en la puerta decidió entrar un día con su marido: la gente estaba dentro. «El Galicia es como la Tardis [la nave de la veterana serie de ciencia ficción Doctor Who]. Parece pequeño por fuera, pero por dentro es gigantesco. Y está petado», relataba Ellis-Bextor. Otro músico, Gaz Mayall, hijo mayor del pionero del blues, hasta tenía mesa habitual. Mayall regenta en el Soho un reputado club, Gaz’s Rockin’ Blues, pero no parece el modelo que seguirá Sheeran con el suyo.

Era un dos poucos restaurantes de Londres onde me coñecían polo nome

«Eu sabía que quería rodar a curta Galicia. Portobello Road no Galicia, incluso antes de escribir o guión», rememora Adriana Páramo. El restaurante le parecía la muestra «perfecta» de lo que había sido la emigración gallega a Londres en la década de los 70. Un ambiente en el que la cineasta se encontraba a gusto, ya que cumplía esa máxima popularizada por la serie Cheers: «Era un dos poucos bares e restaurantes en Londres no que entraba e me coñecían polo nome!».

Adriana Páramo también asistió a la jornada, triste pero festiva, que supuso el adiós al Galicia. «O día que pechou, o ano pasado, a todos os londoners galegos deunos moita pena, pero a festa que se montou foi unha mostra do bo ambiente que se respiraba no restaurante, e polo que se caracteriza tamen Portobello. A rúa en fronte do Galicia estaba chea de xente porque non se cabía dentro, e un grupo de rapaces baixaron altavoces á rúa, e a xente comía, bebía e bailaba; cunha mestura de tristeza -ante a noticia do peche- e de ledicia ante o bo ambiente», recuerda.

La cineasta lo tiene claro: «Perdeuse un local mítico para o barrio, uns deses que xa case non quedan, auténticos». La idea de sustituirlo por un club de música no le parece mal, en principio, y pone como ejemplo otro local del barrio, el Mau Mau, donde hay conciertos y el ambiente está en sintonía con el barrio. Pero lo de convertirlo en algo exclusivo, cobrando cantidades elevadas solo por ser socio, ya no le parece tan buena idea. En todo caso, sea como sea, parece poco probable que en el nuevo local ocurra lo que caracterizaba al Galicia: «Escoitábase falar inglés, español, galego e galenglish»

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