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Un gallego Adrián Mariño, en la meca de la oncología.

El santiagués Adrián Mariño, patólogo molecular, trabaja en una de las instituciones más prestigiosas del mundo investigando las alteraciones genéticas de los tumores. Y da clase en Harvard. «Es un momento fantástico para la investigación contra el cáncer, con una revolución prácticamente cada dos años», asegura

Un gallego Adrián Mariño, en la meca de la oncología.

El santiagués Adrián Mariño, patólogo molecular, trabaja en una de las instituciones más prestigiosas del mundo investigando las alteraciones genéticas de los tumores. Y da clase en Harvard. «Es un momento fantástico para la investigación contra el cáncer, con una revolución prácticamente cada dos años», asegura

Adrián Mariño, vigués de adopción, estudia alteraciones genéticas en los tumores para proporcionar el mejor tratamiento a sus pacientes del hospital Brigham and Women?s de Boston y da clase en Harvard como profesor asistente

Adrián Mariño, vigués de adopción, estudia alteraciones genéticas en los tumores para proporcionar el mejor tratamiento a sus pacientes del hospital Brigham and Women?s de Boston y da clase en Harvard como profesor asistente

Iago García
Redacción | La Voz 15/03/2020 05:00 h

Adrián Mariño está cumpliendo su sueño en Boston, Massachusets. Ni él mismo podría sospechar que actualmente estaría trabajando en un lugar que es referente mundial en la lucha contra el cáncer. Con esfuerzo y dedicación este santiagués, vigués de adopción, patólogo molecular especializado en el tratamiento de sarcomas (tumores que afectan al hueso y otros tejidos conectivos del cuerpo), diagnostica a sus pacientes en el prestigioso hospital Brigham and Women’s y es profesor asistente nada menos que en Harvard.

«Es como ser médico en el Clínico de Santiago y dar clase en la Facultad de Medicina», señala sobre esta dualidad profesional. Claro que, sin restar mérito al ejemplo propuesto, él forma parte un grupo de investigadores que lideran a nivel mundial el estudio de las alteraciones y mutaciones genéticas de las masas tumorales, para saber cómo les influyen y a su vez buscar así el mejor tratamiento para combatir las células cancerígenas. Eso se hace, a su vez, desde el prestigioso Dana-Farber Cancer Institute. «Trabajar aquí es maravilloso por muchos motivos, pero especialmente por mis dos mentores principales: Jonathan Fletcher y Christopher Fletcher» -pese a compartir apellido, no tienen relación de parentesco-. «El primero es -continúa-, un pediatra, oncólogo y genetista pionero en estudiar las anomalías genéticas que influyen de forma determinante en los tumores; el segundo, un patólogo quirúrgico que estableció una forma más efectiva de clasificar y combatir los sarcomas», transmite al otro lado del teléfono y del océano Atlántico.

El ámbito al que se dedica puede calificarse a nivel médico como oncología de precisión. Los sarcomas, cánceres que afectan a tejidos conectivos y huesos son la especialidad de Mariño. Junto a sus colegas Cristopher y Jonathan Fletcher estudia las mutaciones y alteraciones genéticas de los tumores para poder combatirlos mejor

El ámbito al que se dedica puede calificarse a nivel médico como oncología de precisión. Los sarcomas, cánceres que afectan a tejidos conectivos y huesos son la especialidad de Mariño. Junto a sus colegas Cristopher y Jonathan Fletcher estudia las mutaciones y alteraciones genéticas de los tumores para poder combatirlos mejor

Adrián empezó con una beca de investigación Alfonso Martín Escudero a trabajar precisamente en el laboratorio de Jonathan Fletcher hace más de una década, porque quería completar su doctorado en el ámbito de la biología molecular mientras aprendía a diagnosticar sarcomas con Christopher Fletcher. Y ahora, junto a sus colegas, está volcado en dar con la mejor manera de tratar estos cánceres. De ahí la gran importancia que para él tiene su trabajo en la que se denomina oncología de precisión: «esta institución te hace dar lo mejor de ti, con profesionales que tienen una intuición especial para avanzar en las investigaciones».

Sus inicios en Boston

Antes de establecerse en Estados Unidos, Mariño se licenció en Santiago e hizo la residencia en el Hospital La Paz de Madrid. «Cuando llegas aquí como médico especialista, no puedes tener contacto directo con los pacientes, solo puedes hacer investigación; por eso tuve que hacer un fellowship clínico». Esta figura en el ámbito académico americano es una especie de postdoctorado, muy exigente y que permitió a Adrián ser, también a los ojos de la normativa estadounidense, médico especialista y hacer de nuevo diagnóstico clínico.

Combatir el cáncer

«Estamos en un momento fantástico para dedicarse a la investigación en cáncer, porque hay una revolución cada dos o tres años, cuando antes se daban cada década», comenta Mariño. Cita avances, no solo surgidos en Boston, como la inmunoterapia, que mediante el estímulo de las defensas naturales del cuerpo vino a completar a las ya conocidas quimioterapia y radioterapia: «debido a eso todos investigamos ahora componentes inmunes en nuestros modelos». «Aún así, nuestro interés principal han sido las alteraciones intrínsecas de los tumores y ahí seguimos avanzando con terapias nuevas; hemos aprendido cómo cambian los tumores con los tratamientos, pero es complicado porque son muy plásticos y se adaptan a gran velocidad, convirtiendo esto en una batalla contrarreloj», detalla sobre sus últimos avances. Y lo ejemplifica: «A veces conseguimos tratamientos eficaces para un grupo determinado de pacientes que no sirven a otro».

La filantropía, clave

Financiar estas investigaciones no sería posible sin la ayuda que suponen, en la cuna del capitalismo, las aportaciones de multimillonarios entusiastas de este tipo de avances: «Tenemos a varios donantes interesados en nuestro trabajo y nos aportan fondos imprescindibles para poder avanzar». Eso no significa que Estados Unidos no cuente también con un sistema federal de financiación, a través del Instituto Nacional del Cáncer y de una carrera investigadora que aporta fondos si se consiguen los objetivos; «pero todas las fuentes son necesarias y de gran ayuda para seguir avanzando».

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