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Panificadora: revivir tras 40 años muerto.

Panificadora: revivir tras 40 años muerto.
Encara su segunda vida tras el abandono que siguió al cese de actividad de CVPSA en 1980

Vista general de las naves y silos de La Panificadora MARTA G. BREA

CARLOS PREGO - FdV -  13/09/2020

Mucho antes de que Coca-Cola, Adidas o Apple invirtiesen millones en campañas publicitarias, antes incluso de que marketing se colase en la jerga diaria de cualquier aspirante a empresario, los industriales de comienzos del XX en Vigo tenían una cosa clara: la expectación, vende. Y si va acompañada además de promesas de progreso, mejor. Con esa consigna seguramente en mente, en la década de 1920 la Compañía Viguesa de Panificación (CVPSA) salpicaba las páginas del periódico con notas en las que anunciaba, entre dobles exclamaciones y con letras en negrita, sus “panecillos japoneses”. “Universales”, “la maravilla más grande del automatismo” y “alarde mecánico”, predicaba sobre sus bollos la CVPSA en un anuncio de febrero de 1925 con mensaje incluido para al bolsillo de sus clientes: “Pan de lujo a precio de pan corriente”.

Instalaciones de La Panificadora, en una foto de archivo de 1927, en la que se ven varias camionetas aparcadas al lado de la fachada FDV

El “panecillo japonés” era el producto estrella de una compañía joven que a mediados de los años 20 empezaba a coger impulso y que –gracias en buena medida a su actividad durante la Guerra Civil y la posguerra– terminaría convirtiéndose andado el siglo en uno de los referentes del sector en España.

Antonio Valcarce FDV

La hoy conocida como La Panificadora cumple en 2020 un doble aniversario: ronda los cien años desde que Antonio ValcarceÁngel Reboreda y otros tres empresarios panaderos fundaron la CVPSA –dependiendo de la fuente, el trámite se fecha en 1917 o 1920–; y 40 desde que la compañía, tras un declive que había arrancado en la década de 1960, cesase su actividad, lo que llevaría a su cierre en el 81.

El cuarenta aniversario de la muerte de CVPSA, apenas dos años después del fallecimiento del propio Valcarce, llega en un momento clave para los “restos” que dejó la compañía: las naves industriales situadas entre las calles Falperra, Cachamuíña y Santiago, al lado de Praza do Rei. Desde Zona Franca, organismo que impulsa la recuperación de la zona de la mano del Concello, explican que la modificación del PEPRI (Plan Especial de Protección y Reforma Interior) ha superado ya los trámites de aprobación inicial, exposición pública y los informes sectoriales, por lo que afronta ya –aseguran– “la recta final para su aprobación definitiva” .

En cuanto el cambio reciba luz verde, el Concello y el consorcio estatal podrán firmar “de forma inmediata” el convenio de colaboración para dar una “segunda vida” a la Panificadora y su entorno.

Zona Franca asumirá el proyecto integral de la antigua factoría, que ocupa una superficie de 7.042 metros cuadrados (m2) –con una edificabilidad consolidada de 9.400 m2– y el Concello se hará cargo de la reforma de un área de 2.444 m2 situada entre las naves industriales y Praza do Rei que se reconvertirá en espacio libre, con zonas verdes. Tras la firma del convenio el Ayuntamiento prevé además tramitar el expediente de expropiación de toda la superficie.

“En 2021 se dará un gran paso en la recuperación del patrimonio histórico de Vigo con la licitación del proyecto. Recordar la historia hace una sociedad mejor y si, como en este caso, se llena de contenido económico-social, hará que perdure”, destaca el delegado de Zona Franca, David Regades.

“Tras medio siglo, recuperaremos una parte importantísima de la ciudad”, recalca el alcalde, Abel Caballero, que el viernes explicaba que el Concello acaba de recibir el informe favorable y vinculante de Aviación Civil al proyecto. Los planes de ambos organismos pasan por que las antiguas instalaciones de CVPSA acogan, entre otras dotaciones, un centro gastronómico, piscina, zona de coworking y residencias para jóvenes y mayores. En 2017 manejaban un borrador que fijaba el coste global de la actuación en unos 20 millones.

Durante casi seis décadas la factoría creció a medida que lo hacía la compañía

Las raíces de CVPSA se remontan a 1903, cuando Valcarce llegó a Vigo decidido a embarcarse rumbo a Cuba. El trajín de la villa marinera le impresionó tanto sin embargo que el futuro empresario –entonces un adolescente llegado de Pantón, un pequeño municipio de Lugo– decidió aparcar sus sueños de ultramar e instalarse aquí. Para ganarse la vida empezó a trabajar en una panadería de Velázquez Moreno. Años después, tirando de su experiencia en el sector y los ahorros acumulados, impulsaría un negocio propio, La Espiga de Oro.

Hacia 1920, junto con cuatro compañeros, dio un paso más en su carrera y registró CVPSA. El diseño de la factoría se lo encargaron al arquitecto Manuel Gómez Román, padre, entre otros, de los edificios “Múler” y “Simeón” o el Banco de Vigo. De las instalaciones técnicas se hicieron cargo los ingenieros Otto Werner y Jürgen Buchl, de la W&P. Para garantizar además que la maquinaria era de primer nivel, Valcarce y Reboreda emprendieron un periplo por ciudades de Alemania, Francia y Bélgica para conocer el funcionamiento de sus fábricas.

Para el otoño de 1924 la nueva nave estaba ya lista y los engranajes de La Panificadora empezaban a girar. De sus cintas podían salir entre 45.000 y 48.000 kilos de pan cada 24 horas. En la prensa se destacaba que era capaz de abastecer a una población de unos 150.000 habitantes. Su músculo industrial –el mismo que le permitía cocinar sus panecillos “japoneses”– se apoyaba en dos hornos automáticos, dos cubas amasadoras, otros tantos montacargas y cuatro cintas transportadoras. Poco antes, en el 21, la CVPSA había firmado un convenio de suministro con el Concello; pero lo cierto es que su producción era tan intensa que sus camionetas suministraban de pan y bollos a otras villas de la provincia.

Vista general de La Panificadora e imágenes que muestran el deterioro sufrido tras décadas de abandono // Ricardo Grobas/Alba Villar

Del crecimiento de CVPSA dan buena cuenta las ruinas que desde hace décadas acumulan polvo y óxido en pleno centro de Vigo, al lado de Praza do Rei. Con el fin de atender la demanda creciente de sus mercancías, el edificio fue ensanchándose: en 1929 se planteó ya una ampliación de nave y silos, en 1946 reforzó la sección de molienda, dos años después construyó un amplio almacén de 1000 m2, en 1951 levantó nuevos silos y entre 1959 y 1962 el complejo dio otro “estirón” hacia la calle Falperra.

Aunque el negocio no pasó de puntillas por los avatares del convulso siglo XX –las restricciones arancelarias derivadas de la Gran Depresión, en 1929, complicaron la importación de grano de América–, la compañía pudo capear los años de la Guerra Civil y la posguerra.  Y con holgura, además. CVPSA abasteció al ejército sublevado y trabajo también con el bando republicano. Incluso durante los complicados años 1930, el suministro de harina de la compañía viguesa quedó garantizado. Sus buenos resultados le permitieron extenderse hacia otros puntos del país.

Que su mercancía se situase en lo más bajo de la pirámide alimentaria le facilitó las cosas también durante los años de posguerra. En 1943 la Panificadora estaba asociada a las cartillas de racionamiento de unas 30.000 familias. Su pan se cargaba en camionetas con destino al cuartel de Barreiro, la base de Figueirido o a campos de prisioneros de la provincia. En las escuelas y los pesqueros se comía también con las hogazas de la CPVSA.

Su posición en el mercado empezó a resentirse hacia mediados de la década de 1950. Para compensarlo, la compañía decidió mover ficha y ampliar su negocio: ¿Por qué no aprovechar los restos de la molienda? ¿Por qué no dedicarlo a la elaboración de piensos? En 1967 nace GANASA (Gallega de Nutrición Animal S.A.). CVPSA se asoció además con Pescanova, empresa que se había creado a comienzos de la década de 1960 en Vigo.

La modificación del PEPRI encara su recta final

Concello y Zona Franca firmarán el pacto tras su aprobación para licitar el proyecto en 2021

“Tras medio siglo recuperaremos una parte importantísima de Vigo”

Abel Caballero, Alcalde de Vigo

“Podría ser el Guggenheim de Vigo, un espacio para la cultura”

Raquel de Ana, Vecinos do C. Vello Alto

“En 2021 se dará un gran paso en la recuperación del patrimonio histórico”

David Regades, Gerente de Zona Franca

“Desde que la empresa cerró ha sufrido décadas de abandono y deterioro”

Ramón Viéitez, Arquitecto de ArquÉtipos!

A la compañía le quedan sin embargo poco más de una década de recorrido.  A la muerte de Valcarce, en 1978, con 90 años, le siguió la quiebra de GANASA y el fin de CVPSA, que cesó su actividad en la segunda mitad de 1980. La compañía suspende pagos y en 1981 se echa el candado a las instalaciones de Falperra. La fecha marcó el fin de la Panificadora. Y el inicio de un deterioro lento pero imparable que se extiende aún a día de hoy.

A lo largo de las décadas se han puesto sobre la mesa varios proyectos para dar una “segunda vida” al viejo complejo fabril. En 1987 el Concello ofreció parte de las instalaciones para que acogiesen la Escuela Oficial de Idiomas (EOI) y a finales de los años 80 se presentó un convenio entre el Ayuntamiento y los propietarios del terreno que permitía la construcción de dos torres en el lado este. En una se proyectaba un gran hotel con cerca de una decena y media de habitaciones y en la otra 72 vivienda. En el 95 el COAG intentó que la factoría se declarase Bien de Interés Cultural (BIC), aunque sin éxito.

Ramón Viéitez, arquitecto, destaca el valor histórico de la Panificadora y urge una recuperación que, lamenta, tarda demasiado en llegar. “Su estado es lamentable. Desde que cerró la empresa han pasado 40 años de abandono y deterioro progresivo”, apunta Viéitez, quien recuerda que el inmueble se ha visto afectado por el fuego. El arquitecto insiste en que La Artística, La Metalúrgica o la propia Panificadora, “son nuestras catedrales industriales”. “Conformaron la ciudad que conocemos hoy en día”.

Raquel, presidenta de la asociación Casco Vello Alto, lamenta también el estado del complejo. “Ha sido desidia década tras década, parece que lo dejan caer adrede”, censura la representante vecinal, quien destaca el potencial del edificio y la ubicación para convertirse en un referente cultural. “Puede ser el Guggenheim de Vigo”.

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