los expertos lamentan la "oportunidad perdida"
Antiguas y valiosas instalaciones industriales "agonizan" en Galicia
Alertan del riesgo de crear "escenografías vacías" y apuestan por vincular la recuperación a la viabilidad, aunque sea al margen del ámbito público
VIGO. E.P. | 13:17h.
Cientos de antiguas instalaciones industriales permanecen abandonadas tras el fin de su actividad en Galicia y, de ellas, decenas poseen valor arquitectónico, etnográfico o artístico. Sin embargo, "agonizan" ante la indiferencia de administraciones y sociedad, según lamentan historiadores y arquitectos.
En todo el territorio gallego, han explicado a Europa Press estos expertos, hay múltiples ejemplos de antiguas factorías que cesaron su actividad (conserveras, metalúrgicas, curtidorías, cerámicas, etc.) hace años y que, una vez cerradas, han quedado expuestas, en el mejor de los casos, al deterioro propio del paso del tiempo y, en otras muchas ocasiones, han sido objeto de expolio y vandalismo.
La conservera Massó en Cangas (cerrada en 1996), un poderoso ejemplo del racionalismo industrial, coronado por la majestuosa torre del reloj, ahora propiedad de una entidad financiera; la conservera Alfageme de Vigo (cerrada en 2006 tras un dramático proceso concursal) proyectada por el arquitecto Gómez Román; las instalaciones de Pontesa en Arcade-Soutomaior (abandonadas en 2001), que recuerdan los tiempos de esplendor del Grupo de Empresas Álvarez; la química Cros en Culleredo (cerrada en la década de los 80); la cerámica El Castelo en Monforte (cerrada en la década de los 90), son algunos ejemplos.
Aunque algunos de los exponentes más valiosos e interesantes del patrimonio arquitectónico industrial gallego se han perdido para siempre (la Fábrica de Lápices Hispania de Ferrol o La Molinera Gallega en Vigo), hay también ejemplos de conservación (la central hidroeléctrica del Tambre), de rehabilitación ya consumada (la sala de exposiciones Porta Miñá en el antiguo matadero municipal de Lugo o la conservera Massó en Bueu) y en trámite (la Panificadora de la ciudad olívica o la Fábrica de Tabacos de A Coruña).
La Asociación Gallega del Patrimonio Industrial 'Buxa' se ha empeñado en el difícil reto de elaborar un inventario de este tipo de patrimonio. Su presidente, Manuel Lara, ha expresado cierta esperanza con respecto al futuro de estos inmuebles porque la ley 5/2016 del Patrimonio Cultural de Galicia reconoce por primera vez un patrimonio industrial gallego, su definición y criterios de preservación.
PASADO "PENOSO" Y COSTE ECONÓMICO
Como explica la arquitecta Silvia Blanco, son múltiples los factores que determinan el estado de abandono de esas fábricas (económicos, sociales, urbanísticos o legales), y uno de los principales obstáculos que impiden la recuperación y conservación de estas instalaciones es el gran coste que implica su sostenibilidad futura.
Así, puede ser fácil conseguir fondos para restaurar una antigua fábrica pero dotar esa instalación de contenido y de personal para mantenerla abierta, es una pesada losa para las arcas de muchos ayuntamientos y una hipoteca que los dirigentes locales no están dispuestos a dejar como legado.
"El poco interés que muestra la sociedad no facilita el proceso de recuperación de inmuebles abandonados", ha añadido Blanco, quien ha apuntado que, en otros muchos casos, ese desinterés puede tener como fondo un rechazo de la propia sociedad donde se asienta esa antigua factoría. "No hay que olvidar que esas construcciones poseen habitualmente una imagen negativa, ligada a una memoria de penurias y faena, además de estar asociadas a lugares insalubres, feos, contaminantes o caóticos", ha incidido.
A estas barreras se suma otra determinante: la mayor parte de las fábricas y solares son de propiedad privada (muchas están en manos de bancos tras procesos de embargo) y, también en la mayoría de ocasiones, ocupan "solares muy apetecibles", como reflexiona la arquitecta y experta en patrimonio industrial Iria Sobrino.
"RECONOCER" EL PATRIMONIO
Sobrino ha añadido, además, otra reflexión: "la sociedad aún no está preparada para reconocer el patrimonio industrial, como sí lo está para hacerlo, por ejemplo, con el patrimonio religioso". En ese contexto, ha advertido de que, "cuando las ciudades rompen el hilo con el pasado, se traicionan a sí mismas, y dejan de entenderse las cosas". Por ello, ha subrayado, es importante "que la gente reconozca la ciudad, para poder luego reconocer el patrimonio industrial, apropiárselo en el sentido de hacerlo parte de su vida" y, solo entonces, "ser exigente" para que se ponga en valor.
El doctor en Economía y especialista en historia empresarial e industrial, Xoán Carmona, ha coincidido en señalar la importancia de los movimientos ciudadanos en defensa del patrimonio industrial, y ha recordado los ejemplos de 'Outro Vigo é Posible' y 'Entremos na Panificadora'. No obstante, ha lamentado, la situación del patrimonio industrial gallego es de "abandono general" y cada elemento valioso que se desatiende es "una oportunidad perdida".
EL RIESGO DE LAS "ESCENOGRAFÍAS VACÍAS"
A la hora de plantear la recuperación y conservación de estas instalaciones, existen discrepancias sobre, por un lado, la identificación de espacios que puedan considerarse susceptibles de ser preservados. Tampoco hay criterios uniformes sobre el tipo de intervención que debe acometerse en esos espacios, si deben acometerse necesariamente por administraciones públicas o por la iniciativa privada.
Silvia Blanco ha alertado del riesgo de querer "conservar a toda costa" elementos sin tener en cuenta ni su sostenibilidad futura ni el contexto social o territorial en el que se enmarcan. Según ha señalado, los proyectos de recuperación deben ver "más allá" de los elementos que se van a rescatar porque, de lo contrario, se corre el riesgo de crear "escenografías vacías".
Para esta arquitecta cabe preguntarse, a ese respecto, si tendría sentido acometer un proyecto de rehabilitación de una fábrica que se encuentre en un entorno aislado y que acabe transformándose en un contenedor vacío, sin contenido, sin visitantes, en definitiva, "sin mucho sentido". Por contra, una buena elección permite dotar a esos espacios no solo de nuevos usos, sino "crear emblemas de modernidad" y, además, tienen la ventaja de ser instalaciones con espacios amplios, sin interrupciones, lo que les da gran versatilidad.
Xoán Carmona ha indicado, además, que "conservar patrimonio industrial no es solo conservar ruinas, sino también marcas, grabados, publicidad, diseños o archivos". Todo ello contribuye a reforzar la imagen de un territorio industrial, a poner de manifiesto que "los saberes y capacidades de esa industria siguen presentes en el lugar".
El turismo industrial también se ha convertido en una forma de impulsar la protección de esos bienes. Así, como recuerda la Asociación 'Buxa', "el modo más eficaz y seguro de conservar el patrimonio industrial pasa por conseguir el interés y el afecto público, favorecer la apreciación de sus valores e incluirlo en las rutas regionales, nacionales e internacionales especializadas".
Iria Sobrino, por su parte, apuesta por "empezar por lo pequeño" y "mostrar que funciona", antes de realizar grandes intervenciones. Además, "hay casos en los que lo realmente valioso es el espacio que ocupó esa industria, pero no para convertirlo en tejido residencial, sino para que se mantengan los flujos, el espacio abierto para que sea ocupado por las personas".
Tanto Sobrino como Manuel Lara han coincidido también en rechazar la extendida opinión de que han de ser las administraciones públicas las que inexorablemente se hagan cargo de esas rehabilitaciones. "Las administraciones deben ser las últimas en intervenir y, además, si se espera a que llegue el dinero público, se dejarán desaparecer los restos. La mejor aproximación a la viabilidad es que no se apueste solo por el uso público", sentencia Lara.