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Pancho, el veterano perro que «trabaja» de ganadero cuidando becerros.
El animal, con 15 años y ciego de un ojo, colabora diariamente en el manejo de «xatos» y vacas en Teixeira
Manuel Fernandez - Xosé Carreira - 29/03/2019 09:40 h
Con quince años y sin visión en un ojo, Pancho es el perro estrella en la explotación de la joven ganadera de Teixeira (A Fonsagrada), Soraya Fernández Sobrado. Los años también pasan factura a los canes. Cuentan en su casa que va perdiendo una parte de la memoria de elefante, que llegó a tener hace unos cuantos años cuando sabía a la perfección por su nombre cuál era cada una de las ochenta y pico vacas que hay en la casa de Louzao, en una aldea que está a casi media hora de distancia de A Fonsagrada por una pista que tiene una colección amplia de baches.
«Quince anos xa son moitos para un can», aseguran en la explotación. Quizás es por eso por lo que últimamente solo reconoce a 28 de las reses que están en el mismo estable y es donde el perro «trabaja». Para María José, la madre de Soraya, el perro es un ayudante indispensable a la hora de mandar a mamar a los terneros. «Para min ?dice la mujer? resulta imprescindible. Non sei o que será cando me falte! Todos os días, sen fallar, vai comigo á cuadra. É el o que se ocupa de ir gardando os xatos logo de que acaban de mamar». Aclara que es el perro quien los lleva, sin equivocarse, al lugar en que está cada uno de ellos.
«Vai ser complicado atopar outro coma el», lamenta María José a la que no consigue convencer su hija quien le recuerda que ya tienen a Moro. Soraya confía en él, pero la juventud de este can hace que esté más pendiente de las jugarretas que de las vacas. «Ten calidades. A ver... E senón, haberá que mirar outro», dice la hija de María José.
Al perro Pancho le llueven las lisonjas. «É súper intelixente e moi traballador. Esta disposto sempre. Entre os dous entendémonos no cortello de marabilla», apunta María José. En un momento de añoranza echó de menos a Boby, el antecesor de Pancho. «Se o mandaba subir ao teito da palleira subíase. Era como unha persoa», recuerda esta ganadera.
Para Pancho hay solo un reproche. «Quedou cego dun ollo por ir de festas», recuerda María José. Cuando se encontraron con su ojo destrozado, lo sometieron a medicación, pero no consiguieron que recuperara la visión. Esas fiestas que refiere su inseparable ama fueron muchas noches de escapada nocturna para cortejar a alguna hembra de la aldea que, por lo visto, también pretendían otros canes. «A maiores tamén ten outras feridas de guerra», recuerdan en la explotación. «Feridas de guerra?, preguntó el periodista en busca de algo más. «Si oh, patadas e outros ataques das vacas», aclaran. Y es que algunas, como Artillera y Bandolera, tienen su genio y parece que no llevan bien que las dirija un can. Claro que las hay más obedientes como Shakira, Kenia, Lomana, África, Grecia o Atenas. Para poner nombre a 80 vacas hay que echar mano de países, artistas y lo que se venga a la cabeza. Para los otros cinco canes de la granja no hubo tantas complicaciones. Los bautizaron como Tofe, Moro, Flas y Lolín.